Sala 106 cama 2, sala 101 cama 5, sala 105 cama 13, sala 202 cama 7, sala 210 cama 11, sala 104 cama 3...

11.26.2010

De rojo

Siempre era capaz de intimidarlo. Por ejemplo, era habitual que se sintiera obligado a cambiar de acera o que justo revolviera su mochila buscando algún objeto inútil cuando pasaba delante de ella. Alguna vez se atrevía a mirarla, sobre todo cuando iba acompañado de alguna otra persona, y si era de día y estaba de buen humor. Su mirada siempre le devolvía un sentimiento que le era difícil de aceptar. Había días crueles; con su cabeza hacia un lado y su mirada hacia abajo demostraba su indiferencia. Era como si ella le dijera “que me importa, no me importás”. Otras veces lo cautivaba con su media sonrisa, ensimismada, pensando en ella misma y en su cuerpo inmortal. Sabía que ella nunca respondería ni a él, ni a nadie; era triste pensar que ese cuerpo eterno permanecería por siempre cercado, tangible pero inalcanzable, presente pero lejano.

Poco a poco empezó a pensar cada vez más en ella. Caminar a su alrededor se estaba volviendo un ritual diario, vital, imprescindible para lograr la calma. Su cuerpo se dibujaba en su mente sin aviso. Serían las 3 o 4 de la mañana de una etapa de gran vulnerabilidad, cuando pensó que era injusto, tan injusto que la colocaran en esa posición de inmutabilidad, extraña para el mundo, por fuera de lo vulgar de lo cotidiano.

Compró pintura roja y un pincel. Roja, tenía que ser roja pero no demasiado, algo rosa porque quería resaltar lo femenino. Temblando, pero decidido, la tocó tan fría, tan inmóvil, tan eterna. Delicado, sin apuro, pintó sus pezones, y luego el pubis: ahora podría pasar y mirarla, ya estaba más cerca de ser humana.




No hay comentarios.: