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4.22.2007

Hombre, 32 años, "debe ser patología osteoarticular", pensé.

Habitación pequeña, blanca, despintada. En un extremo un escritorio antiguo maltratado con dos sillas diferentes, una a cada lado. En el otro, una camilla con un papel celeste, impecable, que una estudiante cuidadosamente había colocado medio minuto antes, un poco sintiéndose importante, tomando esa consulta que espera como un reto, casi un juego, sabiendo que la responsabilidad que pretende tener, es mas bien ficticia, que siempre va a haber alguien mas que apruebe o no cualquier acto que se haga.

Aquél día, en emergencia, éramos tres. Mientras una llamaba al paciente siguiente, las otras dos ponían un papel nuevo en la camilla, ordenaban las sillas, trataban de adivinar por la edad y el sexo el motivo de consulta. Me acuerdo que dije "hombre, 32 años, debe ser patologia osteoarticular". Mi compañera me miro, me iba a decir algo cuando entro el paciente.

Se movía con dificultad y timidamente, apoyaba su mano grande, con dedos largos y gruesos sobre una pierna rigida, más fina que la otra. Alto, con unos hombros evidentemente anchos, bajo varios buzos y una campera rota, era una presencia silenciosa, un franco contraste en ese lugar tan chico y ruidoso. La suciedad de su pelo no ocultaba que era rubio, ni las manchas rojas ni las cicatrices de su cara, resaltaban tanto como sus ojos claros, celestes, grandes, abiertos, pero más que nada, tristísimos.

El tiempo no pasaba, el sonido era lejano, sordo. El hombre caminaba con tiempo desde la puerta a la silla. Nosotras eramos nada mas que ojos metidos dentro de la pared, el hombre parecía estar solo en ese consultorio que él mismo teñía de lúgubre. Aún sus movimientos lentos y penosos, su figura demostraba haber sido hermosa, impactante.

Sentí una angustia inexplicable. Traté de salir y ser más que ojos encerrados en la pared, y le dije “hola”. Entonces me convertí en un dibujito animado, rozadita, amarillita, de carita redonda y estupidamente sonriente. Era una nena de trencitas con su vestido amplio, un dibujo desorientado que no entendía porqué no estaba en su pradera verde, con su lago de pececitos que hablan y árboles que siempre tienen manzanas. El hombre, con su campera rota y sus jeans sucios, era una parte integral del paisaje, como si él fuera la realidad y nostras lo ficticio, como si él realmente perteneciera al lugar y nosotras solo lo pretendiéramos.

Nos tardó poco entender que teníamos que llamar a alguien más. Además de estar ya en etapa SIDA y tener diarrea venía a retirar los medicamentos para la tuberculosis y nosotras no podemos recetar. Tampoco quien entró, un interno, que es el estudiante más avanzado de la carrera de medicina. Finalmente había alguien que podía conversar con él, estar en la misma habitación y no ser un dibujito. Asi nos enteramos de su vida.

No me interesa contar su historia. De ella solo diré lo básico y en una misma frase. No sabría agregar una palabra. El hombre tenia sida desde hace 7 años, el virus VIH se lo contagió pero no sabe si por transmisión sexual o por uso de jeringas compartidas, debido a su inmunodepresión se contagió de tuberculosis, por lo cual se internó en un hospital pero le dieron el alta por haberse acostado con una funcionaria y haberla contagiado; adicto a pasta base, siendo psicótico y necesitando psicofármacos desde incluso antes de consumir, ahora estaba sin medicamento ninguno, con una diarrea prolongada desde hace 6 meses, y en situación de calle, sin hermanos ni un refugio que lo acepte, con solo un padre que vive y se acuesta con su ex esposa, pero lo peor, según él lo relataba, es que no le alcanzaba la fuerza de sus piernas para manguear para llenarse pasta base los pulmones y así morir de sobredosis.

¿Qué podría agregar a la historia? Todo termina acá. Salimos de la habitación para buscar recetas para inútilmente reponerle los medicamentos. Balbuceé algo, trate de buscar una razón para poder ingresarlo, pero no articulé palabra, ni yo ni mis compañeros. Toda esa preparación, el papel celeste de la camilla, nuestras túnicas cayendo blancas hasta las rodillas, el pelo atado y todos los intentos por extremar la prolijidad, por compensar la imagen de pobreza de un hospital de salud publica, se desnudaban y quedaba expuesto que eran tan solo frivolidades, pequeños artefactos, solo adornos prescindibles. Me vi extremadamente injusta y falsa por haber sentido esa ansiedad por que entrara al paciente y sentir esa falsa responsabilidad, por haberme esmerado tanto en colocar el papel azul en la camilla, alisándolo y centrándolo, pero sin embargo, no poder ayudar, ni comunicarme, ni siquiera entender.

El Pasteur no tenía la medicación que necesitaba. “Tiene que ir al insituto de higiene”, lo despedimos. Y con nuestra voz aguda y nuestra imagen de dibujito animado, no encontramos otra actitud, ninguna alternativa, y entonces llamé al siguiente paciente mientras, otra vez, mis compañeras arreglaban las sillas y colocaban un nuevo papel azul en la camilla.

10 comentarios:

elefante dijo...

una realidad bastante cruda la que contas, un hombre moribundo, que a lo que aspira es a matarse
me imagino la cara del tipo cuando entraron a la habitacion, como dibujitos animados con esperanza y sueños, con sus blancas tunicas y sus lindos peinados, y al otro lado de la habitacion un tipo totalmente antagonico, sin ilusiones ni esperanzas
no se me dio para pensar todo eso, como pueden convivir situaciones tan antagonicas en el mismo cuarto
un abrazo
juan

NATOPIA dijo...

claro. Me alegra que me entiendas :)
Es asi...

elefante dijo...

puf, por fin entendi algo, ya estaba medio frustrado de ir de blog en blog sin entender, pero igual, me sigue pareciendo triste la historia, sobre todo porque siempre habia pensado que los rubios no se enfermaban
un abrazo
juan "trompita"

NATOPIA dijo...

Yo todavia no la termino de entender la historia, y eso que la escribi y que ademas la vivi.

elefante dijo...

vos que estudias medicina, nunca viste la serie del doctor house? es muy irreal o es realista?

NATOPIA dijo...

irrealista total.

vos te crees que alguien puede hacer lo que hace ese tipo sin que lo enjuicen??? sobre todo en este pais y sobre todo en este momento, que esta de moda dar palo a los medicos...

igual yo entiendo eso que dicen de que los errores de los medicos se tapan por tierra, pero vamo arriba, hay cosas que no son errores.. la mayoria es gente que no acepta la muerte y le tiene que echar la culpa a alguien.

la serie del doctor house es la unica que paso. Odio ER y Scrubs o como se escriba.. las odio!!! para raelismos esta la realidad. por eso me paso mirando mtv. me encanta next. :)

Sin Gamulán dijo...

A mí me gusta decirle "Next" a los blogs de mierda que van saliendo detrás de comentarios de igual tenor.

Ya que estamos con la tele, le hago "zapping" a los blogcitos...¿lindo, no Na?

Te voy a seguir leyendo, supongo que en silencio... quiero que me cuentes que me esperaba en esos pasillos dentro de esas túnicas.

NATOPIA dijo...

No necesitas estar dentro de una tunica para saber de que hablo

Gracias por leerme :)

Anónimo dijo...

Primera cosa. Me gusta mucho el nombre de tu blog. Realmente muy bueno.

Hay algo que siempre me pregunté. Es mas, no es una pregunta, sino una certeza. Yo creo, que en el fondo, los médicos se sienten omnipotentes. Claro, sin generalizar a todos, porque no seria correcto.
Pero al verlos, me surge esa idea.
La relación Medico-Paciente, queda planteada de una manera muy desigual. En la cual, en todo momento, sobresale en esta, una relación de dependencia. Donde el paciente queda a "merced" de su "salvador".
No se si se entiende la idea. Espero que si. En todo caso, entraré nuevamente para explicarla.

Saludos, repito, me gusta mucho el nombre del blog

NATOPIA dijo...

Gracias :)

Te contesto en el siguiente post.